{13/05/2012} Un mundo que se preparaba para discutir los
eventos climáticos, la preservación de la naturaleza, la producción de
alimentos, la posibilidad de escasez de recursos, y no paraba de producir millones
de automóviles, billones de productos electrónicos, ropa descartable, zapatos
que lastimaban los pies, y distorsiones de todo tipo. No había tiempo para disfrutar lo conquistado.
La acumulación sofocaba las ciudades – la basura se acumulaba.
El consumo no daba sentido, mientras la juventud se perdía
cada vez más, sin una nueva perspectiva sobre la vida. Las familias se formaban
y deshacían, los hijos atónitos buscaban un refugio electrónico para evadirse de
los acontecimientos. Generaciones perdidas en el ocio, en la búsqueda del placer,
en el escape de los sentidos.
Ninguna religión trajo la buena nueva, nadie realmente
elevó la llama de la Unidad, ningún líder convocó a los pueblos a la unión y a
la hermandad. Más y más deprisa caían las máscaras de los malhechores. Denuncias
de corrupción, rapiñas, tráfico, drogas, muerte en guerras y luchas fratricidas
– la crónica diaria del mundo continuaba manchándose de sangre. Urgía un cambio.
Pero los gobernantes de las naciones desarrolladas procuraban apagar incendios en
su propio quintal. El debacle económico mayor aún estaba por llegar. Muchos clamaban
por intervención: Una intervención divina. {Crónica 022}
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