domingo, 10 de junio de 2012

Remolinos e inestabilidad

{27/05/2012} El planeta presentó su factura de modo doloroso a los humanos, habitantes indisciplinados. Tifones y huracanes, lluvias y calamidades en cantidades, para quien ya estaba cansado de socorrer o ser socorrido. Los deslizamientos de tierra no pararon. Ni los mares de agitarse, ni el hielo de derretirse. Sequías y florestas desprotegidas, combinadas, entraron en combustión y millares de especies sucumbieron imposibilitadas de socorro.

Las ciudades también fueron castigadas por las llamas, ya sea por falta de cuidados del hombre que invadió de más los espacios, o porque continuaron segregando a personas en gigantescos guetos sociales, sin la mínima sensatez. Incendios devoraron la vida de hombres, mujeres y niños frente a la negligencia de sus gobernantes que permitió la proliferación de esas favelas inhumanas.

Y las crisis no terminaron en el viejo mundo: a cada nueva alerta económica, los cofres se vaciaban más, mostrando la inviabilidad del socorrismo financiero que venía siendo practicado. A pesar de recortes, desempleo y estrategias de reducción de gastos, ninguna nueva solución era presentada porque la mentalidad de los gobiernos continuaba aferrada a un sistema de valores desde hacía ya mucho, inviable para el planeta. Asia parecía inalcanzable, hasta que una onda se volvió en su dirección. Y las huestes hambrientas del gran continente africano recomenzaron a perturbar la consciencia de quien contribuyó a la desunión e involución de esos pueblos. {Crónica 021}

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