{18/09/2011} Antes de silenciarse las campanas, las voces de las varias iglesias salvacionistas intentaron jugar sus últimas cartas. Para incitar a la caridad, era preciso que ellas mismas fueran caritativas. Se descubrió que lo acumulado se había vuelto polvo o había sido robado. No sirvió a la vida, no suavizó el fin, no engrandeció al hombre delante de Dios. Ni con toda la tecnología, los humanos lograrían dar el paso más simple: servir al prójimo, saciar a los hambrientos, socorrer al hermano.
Y los poderosos no estaban afines a desprenderse de su poder, conquistado en lo profundo de la ignorancia, oscurantismo y egoísmo. El hambre dejó su rastro de destrucción en el mundo y trajo las enfermedades viejas y nuevas, para asombro de los vivientes.
Los conflictos de la crisis económica parecían no tener fin. Un invierno riguroso y un calor insoportable cercenaban vidas de norte a sur. Y más terremotos conmovían al Asia y el centro de las Américas. El eje se salió de lo conocido. Invierno y sequía. Calor y frio. Magnetismo influenciando los humores. Se estaba aproximando una gran reunión mundial. Parece que los esfuerzos fueron muchos, venidos de todas las partes, profesionales de todas las áreas, los hombres buscaban la salida para la crisis planetaria. Y no había más tiempo para aplicar todas las soluciones. Millones sufrirían. {Crónica 039}
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