miércoles, 7 de septiembre de 2011

La conciencia de la solidaridad.

{04/09/2011} Los problemas de la mente, ya fuesen orgánicos o sociales, aumentaron mucho en el final, amenazando la estabilidad del sujeto común. Cada enfermo involucraba a toda la familia y parte del sistema del Estado, que no se había preparado para dar soporte a una calamidad sin nombre: el hombre padecía de perplejidad, desconectado de sí.

Esa percepción del ‘vacío’ interno movilizó multitudes de especialistas, en todos los rincones del planeta. Muchos se unieron para fortalecer organismos de ayuda psicosocial, grupos de asistencia mental, psicológica o energética - o divulgar tratamientos y orientaciones. La ciencia dio saltos aun mayores en dirección a la cura de enfermedades graves; solo que no había cómo hacer disponible la cura a quien la necesitaba. Algunos gobiernos rompieron con las patentes y desafiaron a las leyes insanas de grandes corporaciones.

Creció la solidaridad de aquellos que lograrían actuar con relativa calma durante los cambios, y era preciso apoderarse del conocimiento, de la tecnología, para transformarlos en algo útil en todos los campos de la vida humana no solo en el equilibrio emocional del hombre, sino también en su organización de vida, trabajo, estudios, placer - y ahora, supervivencia de la especie.

El hombre percibió finalmente que se había transformado en enemigo del tiempo, ignorante del espacio, incompetente en el uso de sus energías. La humanidad ya no sabía orientarse, trabajar, relajarse con equilibrio, no sabía cómo establecer metas reales y cómo realizar lo que realmente quería. ¿Cómo entonces prevenirse para lo que vendría? {Crónica 040}

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