{22/01/2012} La humanidad tuvo un largo período de reflexiones respecto a su vida en el planeta. Millones de personas presenciaron perplejas, todas las transformaciones que se estaban operando en el campo tecnológico, de las ciencias, de los descubrimientos y creaciones, pero aún no entendían cómo el mal continuaba subsistiendo de manera tan arraigada en detrimento del bien y, aparentemente, ‘nada cambiar”. Si había progreso, avances, ¿cómo el mundo no “mejoraba”? Contradicciones generadas por el propio sistema creado por el hombre.
Aún preponderaba el exacerbado sentido individualista, las consecuencias de la ruptura de valores de las últimas generaciones, la enfermedad del egoísmo. Y la decrepitud acentuada en el sistema económico mundial conducía lentamente, a todos, en dirección al caos sin que ningún líder se levantase para erguir la bandera de una economía que respetase al planeta y comenzara a revertir la destruición y la escasez.
Los cambios reales de conexión, de los seres humanos vivos y despiertos, pasaban desapercibidos para la gran masa porque no eran alabadas por los medios de comunicación, mantenido en los moldes del viejo mundo. A final, desmoronando la ilusión del consumo, el modo de vida pregonado por los medios seria desacreditado. Ya se estaba dando una reacción en cadena: cada pilar del sistema estaba carcomido y debilitado. La gota de agua vendría de fuente inesperada. De la India surgió la primera alerta. {Crónica 030}
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